REPRESENTACIÓN DE LA MUJER
En el curso de los grandes días en los que se
decidió la suerte de la revolución, las mujeres jugaron un papel decisivo. La
situación económica y financiera general, en 1788 y 1789 era cada vez peor. Las
malas cosechas de 1787 y 1788 aumentaron el precio del pan, que en algunos
lugares se duplicó, mientras el paro crecía en las ciudades. Los pobres se morían
de hambre y las quejas se multiplicaban.
“Los objetivos de los grupos feministas burgueses
buscaban ampliar los privilegios de las mujeres de las clases dominante,
mientras que los grupos de la otra ala del movimiento pedían la emancipación
plena de la mujer.” (Pigna, 2010) Las
mujeres del Tercer Estado se encontraron presentes en distintas acciones
durante la Revolución francesa, confiando en que la revolución triunfante las
protegería de las penurias del hambre.
Las mujeres de los pueblos del Delfinado y la
Bretaña fueron las primeras en desafiar a la monarquía. Seguidas por las
ciudadanas de Angolouse y Chevan Seaux. Las mujeres de Angers redactaron un
manifiesto revolucionario contra las arbitrariedades de la casa real. Las
féminas estuvieron hasta el final en la lucha revolucionaria, animando incluso
a los hombres más vacilantes, lo que trajo consigo, un temple de ánimo de gran
decisión en aquellas que fueron llamadas por la burguesía contrarrevolucionaria
como “calceteras”, que no eran otras sino, las hambrientas, las artesanas, las
esposas de los campesinos, trabajadoras a domicilio que odiaban la aristocracia
y el antiguo régimen.
Al iniciarse los mítines se comenzaron a
destacar las voces de mujeres como Théroigne de Méricourt y de Mirabeau esta
última partidaria del Tercer Estado, las que jugaron un papel importante en la
revolución. En la toma de la Bastilla las mujeres fueron una parte fundamental,
tanto por su número como por su valor: mujeres artesanas, dedicadas a
diferentes oficios, igual que mujeres pertenecientes a la aristocracia liberal
fueron decididas simpatizantes de la Revolución. La acción sirvió para que el
rey no disolviese a los diputados de la Asamblea que acababan de juramentarse
en la sala del juego de la pelota el 20 de junio de 1789.
Marcha de las mujeres sobre Versalles
Asimismo, las mujeres, lideradas por Louison
Chabry y Renée Audon, fueron protagonistas en la marcha de mujeres, las obreras
de los arrabales de Saint-Antoine y la mayoría vendedoras del mercado
parisiense del barrio Les Halles, que se dirigieron a Versalles el 5 de octubre
en número de miles, reclamando pan, haciendo una protesta además por el hambre
y los altos precios, - esta manifestación se inicia motivada por la noticia del
banquete que los guardias de corps habían ofrecido el 1 de octubre de 1789 a
los regimientos de Flandes, mientras los parisenses seguían castigados por el
hambre. Los periodistas en Le Fouet national habían publicado un artículo que
decía:
Desde el lunes, los buenos parisinos tienen
las mayores dificultades para proporcionarse pan. Sólo el señor Révèrbere puede
procurárselo, y desdeñan recurrir a este buen patriota.
Además de los factores políticos, la crisis
económica que traía consigo la escacés de alimento, jugó un papel importante en
la manifestación popular, en horarios de la tarde las mujeres enviaron
representantes a la asamblea y al Rey quienes le prometieron trigo y pan.
El 6 de octubre los manifestantes entran al
castillo para forzar al rey a trasladarse a París, con lo que contribuyeron a
poner el poder ejecutivo del monarca bajo el control del pueblo parisense. El
traslado se inició alrededor de la una, acompañados de cañones, seguidos de los
carros de trigo y harina y escoltados por las mujeres; a las diez de la noche
ya hacían su entrada en las Tullerías. Durante la revolución, las mujeres de
los suburbios de París sólo estaban representadas por los clubes de mujeres,
creados por pioneras dirigentes de la lucha de los derechos de la mujer. Las
mujeres de los arrabales lucharon con mucho entusiasmo junto al proletariado
por la abolición de los gremios y por otras exigencias puramente proletarias.
El comité de salud pública decidió, a finales
de 1793, cerrar todos los círculos femeninos. Pero la renacida consciencia
política y la necesidad material empujaron de nuevo a las mujeres a la lucha
abierta. Muchas de ellas tomaron parte en la insurrección de mayo de 1795, con
la cual las masas hambrientas de los suburbios parisinos intentaron por última
vez poner freno a la reacción dominante iniciada desde el Termidor. Después de
esto, la Convención dictó una orden que obligaba a las mujeres a permanecer en
sus respectivas casas.
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